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Bodega Madero

¿Quién iba a pensar que la inauguración sería el último evento social al que asistiríamos antes del gradual encierro por la pandemia? Por suerte, eso lo supe después y mi mente grabó en tiempo presente y sin la influencia del temor de contagio ni de la nostalgia por la escasez de abrazos que acechaban peligrosamente:

Estoy agotado y no puedo más, pero mi esposa ya había quedado de ir a la inauguración oficial con Marcela y su mamá, así que no tengo oportunidad ni de opinar. Me cambio de ropa y busco en el cajón de las sonrisas, alguna que combine. La candidez, el sarcasmo y la crueldad del espejo, no ayudan a mejorar mi ánimo.

Mi cerebro está tan disfuncional que tengo que usar Google para llegar a un destino tan elemental como “Madero, entre Michoacán y Colima, atrás de Chedraui” en mi propia ciudad de La Paz, quizá más por mantener el delicado y prometedor equilibrio emocional que reina entre Ana y yo, que por necesitar la asistencia. Al llegar, nos está esperando un lugar perfecto para estacionarnos, justo enfrente de la puerta, dándonos la impresión de que el nuevo establecimiento estaría poco concurrido, a pesar de que ya veníamos tarde.

Empezamos a merodear, buscando a nuestras cómplices de parranda y reconociendo gente a lo lejos, cuando de pronto sentí su presencia a mi espalda. Voltee hacia la puerta de entrada y ahí estaban las dos, sonrientes y resplandecientes. Formamos un alegre cuarteto antes de entrar, saludar y buscar dónde instalarnos.

En una de las primeras mesas al entrar, está sentada una de nuestras bolitas de amigos, lo que implícitamente significa que no nos invitaron a venir con ellos. Mientras Ana digería el hecho con cierto recelo, yo visualicé lo que atinadamente diría Hortencia: “hay desaires que se agradecen,” porque para mí, venimos mejor acompañados.

Me sorprendo de ver lo bien representada que está la sociedad paceña, tanto en rango de edades, como en el amplio abanico de países de origen, como en la diversidad de intereses. Como solemos decir en estos casos, “vino toda La Paz” algo que sólo puede ocurrir en un evento de esta naturaleza y con socios igual de variados.

Para mí, esta sería una de esas noches reveladoras que uno ni espera ni se merece ni hubiese podido imaginar, pero que el destino nos manda para despabilarnos, para divertirse un rato con nosotros y para que quizá sean descritas para diversión de otros.

La belleza suele ser juguetona e impredecible, surge repentinamente en la escena o situación más improbable, como una serie de olas que nos revuelcan y amedrentan en la playa, pero que después de salir de ellas, recién zarandeados, podemos apreciar las cosas que solemos dar por sentadas, como la salud, la familia, los amigos y el amor, que ahora emergen y se muestran en su verdadero resplandor como regalos preciosos e invaluables.

Esta espontaneidad e insolencia suele revolucionar nuestros paradigmas y burlarse de nuestros planes y expectativas. De pronto cobramos conciencia con un sentido de celebración y deleite. Se abre una nueva puerta y nuestros sentidos reconocen la silenciosa majestuosidad de lo común y cotidiano, conectándola con el corazón.

Para empezar, mi prima Martha nos ofrece las cuatro sillas disponibles en su mesa. Está poblada casi totalmente de amigas suyas y con una privilegiada ubicación, a una distancia prudente del escenario y colindando con el pasillo de entrada, lo que significa que, para bien o para mal, nadie entra o sale del abarrotado lugar sin pasar a nuestro lado.

Luego, en lo que Ana y Susy siguen en la escaramuza de los saludos y del acomodo en la mesa de la prima, Marce me invita a ver la biblioteca, así que nos encaminamos hacia el fondo, esquivando grupitos de gente parada y pasando entre un buen número de mesas. Algunas caras me son familiares, otras conocidas y unas cuantas, mitoteras. Caigo entonces en la cuenta de que vengo con una joven muy guapa, sonriente y vestida para matar. Se me sale una sonrisa solita y quizá hasta un pequeño rubor.

Lo cierto es que vengo feliz, revitalizado y orgulloso, pero no de ese orgullo altanero por ser visto a su lado, sino del bueno, del que duele en la garganta, como cuando estas a punto de llorar de emoción, porque el simple hecho de que me traiga y me haya dicho “te va a gustar,” implica que me conoce lo suficiente, que pensó en mí, en lo que a mí me gusta, y que tuvo la amabilidad de compartir conmigo algo que considera interesante para ambos. Además, Marce está atenta, sin distraerse con el celular ni con las muchas personas que nos rodean. Está presente en el presente y ese es su mejor presente.

En efecto, la biblioteca es realmente hermosa y acogedora, un salón muy espacioso, con una sala muy bien dispuesta en color claro, sobre una alfombra en tonos rojizos. En uno de los enormes muros que la enmarcan, hay un mural que lo abarca y en el otro un librero muy bien surtido y de igual tamaño, todo ricamente poblado por grupitos conversando. Además, según comenta Marce, que ya curioseó los títulos, los libros son muy buenos.

Durante esa visita a la biblioteca y patio trasero, así como caminando de vuelta a la mesa, puedo observar en cada detalle la enorme cantidad de trabajo, talento, cariño, planeación, dinero y esfuerzo que han puesto en la creación de este espacio.

Me lo dicen los plafones flotantes y los muros; el arte presente en varias formas; el bar, sus luces de colores, lo bien surtido y dispuesto; el escenario, su iluminación y sonido; la calidad y el acomodo de las mesas y las sillas; los diversos espacios, para niños, para yoga, para pintura, etc.

Más que un bar de música en vivo, es un centro cultural muy completo, creado con muy buen gusto y habiendo pensado en todo, desde el estacionamiento hasta los baños, desde el bar hasta la cocina, desde el piso para el yoga hasta la iluminación, etcétera. Es fácil imaginar los salones llenos a distintas horas del día y de la noche, por gente de distinta edad, intereses, nacionalidades y actividades.

La única preocupación que me viene a la mente, como alguien que añora el éxito de lugares que promueven la cultura, que tienen una población cosmopolita, desarrollan y promueven talentos, etcétera, es que haya la suficiente clientela interesada en cada tipo de actividad, para mantener el negocio lleno, rentable y famoso. De hecho, para mantener ambos negocios, esta versión en esteroides y el que lo inspiró.

Cuando volvemos a la mesa, mi estado ya es de euforia y mi animadversión se ha esfumado hasta del recuerdo. Me pongo a pensar que, normalmente, por cada sol existen varios planetas que, gracias a su luz, son visibles a distancia; gracias a su calor, pueden desarrollar vida y gracias a su magnetismo, orbitan a su alrededor en vez de perderse en el infinito. Pero hoy soy un planeta rodeado por cuatro potentes soles.

Dicen que hay tres cosas que el hombre puede hacer con las mujeres: amarlas, sufrir por ellas o convertirlas en literatura…

Como Ana tiene acaparados los primeros dos –y buena parte del tercero, sólo me queda escribir acerca de mis cuatro luminosas acompañantes, aunque ya me adelanté con un tráiler de la Marce.

Las magistrales interpretaciones musicales de Íngrid, Terry, Mike y sus secuaces, las estrellas del escenario, exaltan los ánimos de la audiencia, aumentan mi inspiración para describir a mis musas y sublima sus muchas virtudes, haciéndolas más evidentes y obvias.

Los árboles más frondosos, floreados y llenos de fruta, son los que tienen las raíces más enterradas en el lodo, en las piedras, en los restos de plantas, animales muertos, etc.

Sucede lo mismo con las personas, las que más profundo han caído en la soledad, en la mierda, el frío, el dolor, la decepción, las pérdidas, etc. suelen ser las más brillantes, interesantes, ejemplares, inspiradoras, fructíferas, empáticas y fascinantes.

Además, tienen el síndrome del ave fénix que, de sus propias cenizas, renace fortalecido, más hermoso, sabio, experimentado y compasivo. Así, las cuatro estrellas de la noche, mis cuatro inspiradoras musas, son e irradian todo esto, magnánimamente.

Tiene como un mes que le dije a Marce que no tengo experiencia con personas del signo Leo y hoy me doy cuenta de que tanto Carlos, el anfitrión que está brillando por su ausencia, como Martha, nuestra amable anfitriona de mesa, son Leo. Esto me hace sonreír mientras la veo del otro lado de la mesa, ajena a este crimen involuntario mío.

A Martha la tengo a mi lado derecho, y no tarda mucho en acaparar la conversación del grupo con el tema de sus terapias de sanación, lecturas de péndulo y otras cuestiones de equilibrio energético. Menos de dos semanas después, Ana y Pablo serían felices y agradecidos clientes suyos, así como entusiastas promotores de que yo vaya a verla.

Martha tiene un don, eso me quedó claro desde que la conocí hace alrededor de 15 años, mucho antes de que se metiera a estos temas de manera profesional. Ella observa, cuantifica, deduce e intuye las situaciones que la rodean y a las personas que cruzan por su camino, con un tino loable y envidiable.

Es franca, directa, clara, apasionada y hasta cínica. Aclaro que para mí, una cínica es una mujer que ve las cosas tal y como son, no como debieran ser, lo que la convierte en una sinvergüenza para los que prefieren no ver la realidad, pero una joya invaluable para los que sí. Una guía sabia hacia nuestro interior. Algo así como Morfeo en la saga de Matrix.

No siempre es grato escuchar nuestras verdades, sobre todo si vienen acompañadas de evidencia irrefutable, como cuando te las dice una vidente, pero Martha tiene la calidez y elocuencia para decirlas de modo que penetren profundo y ponchen al ego engañoso, pero sin dañar órganos vitales como la autoestima y dándole solución a los nuevos retos.

Por si fuera poco, es una excelente cocinera, costurera, madre y empresaria. Si aún faltara más, “es mi prima,” dijo el presumido.

Susy es una guerrera, luz y calidez constantes –un auténtico sol, un manantial de entusiasmo, risas, optimismo y acción que te envuelven y te contagian. Además, es de las pocas personas que se ríe de mis ocurrencias y me hace reír con las suyas. Seguramente tiene mucha habilidad para captar un amplio rango de sentidos del humor, porque no me la puedo imaginar ni aburrida, ni aburriendo a alguien más.

Ana y Susy son las sobrevivientes de un grupo de amigas muy unido desde por ahí del 2006 hasta quizá unos ocho años después. Tomaron todas juntas unos cursos de superación personal, que terminaron con una paradisiaca graduación en Cancún y sus alrededores. Con el tiempo se fueron distanciando una por una las otras tres, pero ellas dos se han mantenido cercanas, no tanto físicamente, por desgracia, pero sí en el pensamiento y en el corazón.

A Susy la conocí hace unos 14 años, pero en realidad hemos convivido poco desde entonces. La conozco principalmente a través de Ana, no tanto por lo que me platica, porque mi esposa es bastante reservada acerca de sus amigas y lo que comparten entre sí, sino por el entusiasmo que muestra antes de ir a verla, por la vitalidad y el buen humor que tiene cuando regresa, y por la nostalgia, cariño y respeto con el que habla de ella cada vez que sale al tema. Son muy pocas las amigas de mi esposa que me la regresan a casa mejor de cómo se fue a verlas. Susy, invariablemente la devuelve contenta y optimista.

Por si fuera poco, es mamá de Marce, a quien recién conocemos, pero cuyas gracias y virtudes deben de incluir uno que otro pincelazo suyo.

Ana, es una intensa Escorpión de quien he escrito cientos de páginas, durante casi tres décadas, la mayoría dirigidas sólo a ella, y a quien seguramente nunca podré terminar de descifrar, conocer y entender. En el último par de años, generalmente se muestra ante mí con cierto desdén, que probablemente me he ganado a pulso. Pero hoy está brillando para los demás, en todo su magnífico esplendor, por lo que esta es una extraordinaria oportunidad para verla y describirla en su gloriosa calidad de estrella fulgurante.

Desde el momento en que la conocí, Ana ya era un sol, irradiaba luz y calor como pocos.

Ejercía un magnetismo dinámico y contundente, no sólo era el centro moral, político y social de su familia y empresa, sino una especie de catalizadora y promotora de sinergias. Fue fácil imaginar que con el tiempo, todo eso sólo podía acrecentarse. Efectivamente, se extendió primero a mi familia, luego a la nuestra, al arte que enseñaba, al que creaba, a las amistades, a varios proyectos y por supuesto, a las empresas que ha formado.

Ana tiene un prestigio natural impresionante; discernimiento e intuición por encima de lo normal; generosidad y sentido de justicia admirables; belleza, buen gusto y modales de los que uno se siente orgulloso de ser beneficiario, pero intrigado e incrédulo de ser el objeto; elocuencia, diplomacia y perseverancia para obtener lo que quiere de quien sea; es sutilmente posesiva, pero no celosa; controladora, pero abierta al dialogo; cariñosa, aunque no muy romántica; demandante, pero agradecida; practica, pero tolerante; drástica, pero compasiva; etc. En resumen, Ana es una mujer sumamente hermosa, pero es todavía más virtuosa.

Conocerla fue deslumbrante; enamorarnos, delirante; casarnos, excitante; formar una familia, fascinante; mudarnos, estimulante; tenernos en los fallecimientos, reconfortante; asociarnos, desconcertante; distanciarnos, deprimente; reconciliarnos, retador y aislarnos por la pandemia, esperanzador y –Dios mediante, revitalizante.

El platillo que pedimos, está formado por cuatro porciones de distintos sabores, lo que se presta para compartir y probar cada una. Durante dicho proceso, Marce se pone una sonrisa que nunca le había yo visto y que me va convenciendo de que compartir la comida con amigos, es uno de sus mayores placeres en la vida y me siento muy afortunado de ser parte de esta memorable velada.

Marce, no por ser la última es menos importante; ni por ser Millennial, menos admirable; Ni por ser más joven, menos temible.

Como buena Leo, es definitivamente un sol. Pero administra su encanto de manera intermitente. Cuando te pone atención o te explica algo, te atrapa, pero cuando vuelve a su mundo interior y te ignora, te hace sentir un vacío.

Algo así como una fogata en una oscura y fría noche en la montaña, que mientras está brillando es fuente de luz y de calor para quienes la rodean, sus flamas son tranquilizantes, hipnóticas y evocan conversaciones interesantes, su baile y calidez son adictivas. Pero cuando mengua, se siente el frio y la oscuridad de la noche.

Una versión menos romántica, sería un distribuidor de droga que regala viajes para hacer adictos y luego para, sabiendo que les urgirá volver a ese estado de deslumbramiento…

Marcela es sumamente expresiva. Tiene una mirada muy elocuente y una sonrisa infalible. Como si fuera actriz de cine, antes de siquiera abrir la boca, Marce te puede alegrar, advertir, reconocer o asustar; puede verse arrebatadora, intimidante o ingenua; puede estar deslumbrante, graciosa o maliciosa; puede ser protagónica, sutil o secundaria.

Esa versatilidad invita a pensar que sus lados oscuros, si existen, puedan también ser intensos, pero hoy describo a la que nos acompaña, que vino como para los Óscares:

Marce tiene una presencia cordial e imponente, es directa y carismática, pero su belleza más contundente es la que irradia, porque cuando ella está, las sonrisas parecen florecer; el ánimo, mejorar; los negocios, prosperar; las soluciones, aparecer; etc. y ¿quién podría o querría resistirse a eso? Ella parece no darse cuenta de lo que tiene y esa es parte de su magia. Como dicen por ahí los güeritos, “You can get the girl out of New York, but you can’t take New York out of the girl” y quizá allá se trataba de encajar más que de brillar.

Cuando hablamos de equipaje, la cantidad suele ser inversamente proporcional a la edad del pasajero, llamémosle pañalera, carriola, sillita, alimentos, bebidas, etc. Así mismo, siendo la estrella más joven, hoy Marce inspiró más palabras, quizá porque las necesita.

De estos pensamientos y emociones salí repentinamente cuando sentí la insistente mirada del Tony a mis espaldas. Él está de pie, acompañado de algunos jóvenes, quizá sus hijos, socios o amigos y algo trama. Me doy cuenta que en ese momento, estamos sentados alrededor de la mesa, nueve mujeres y yo, pero con la excepción de nosotros cuatro, mi prima y sus amigos habían estado deambulando por el espacioso lugar, saludando a sus amigos y dejando la mesa sola. Les traen su cuenta y se van definitivamente. Tony me pide permiso de ocupar aquella mitad y, por supuesto, se lo concedo con mucho gusto. Eso era.

Había estado flotando cierto desdén en el ambiente, de los dueños y artistas hacia el público, y “la arrogancia es tributaria,” como siempre digo, especialmente en una noche de estreno. Bucheli hacía mucha falta… Valerie, seguía demasiado ocupada atendiendo la barra –en vez de las relaciones, lo que quizá apunta a la falta de un barman; los artistas, que suelen socializar mientras no están tocando, se habían mantenido al margen, quizá por la novatada o por sobrecogimiento, ya que el lugar está a reventar.

Pero ahora, como habiendo atravesado la espesa neblina de la inexperiencia y sintiendo que sus fans los extrañábamos, Terry y Mike pasearon entre las mesas, saludando de lejos, pero corrigiendo el rumbo y sumándole puntos a las otras abundantes virtudes del lugar.

La explicación que Marce nos da acerca de las preocupantes y aun misteriosas causas de la ausencia del Bucheli, quien indudablemente hubiera sido el quinto sol de esta noche, me llevaron a las memorias de nuestros años juntos en Costa Baja, en modo “Flores en el Ático,” bajo la temible dirección del infame Licenciado Cantú:

En cuanto Cantú llego de Guadalajara en 2009 y se ocupó del marketing y de las ventas, decidió quitar al equipo de personas existente, empezando por el director y siguiendo por los vendedores, entre ellos yo. Él y el encargado de recursos humanos, me citaron para desayunar ese fin de semana en el entonces Fiesta Inn, dentro del mismo resort.

Cuando llegué, ambos estaban esperándome en la mesa con un café y comentando que al fondo, junto a la barra del buffet, estaba una comitiva del gobierno, encabezada por el entonces gobernador Narciso Agundez Montaño y que en todas las demás mesas, había puros hombres sentados, quizá los encargados de la seguridad.

En eso estábamos cuando entró mi clienta Julia, una guapa y exitosa empresaria cibernética de San Francisco, de 40 años de edad, cuyo esbelto cuerpo iba delicadamente cubierto por algo así como un pijama tipo pants y nada debajo. Como ella estaba a mis espaldas, sólo pude suponerlo, basado en los rostros estupefactos de mis anfitriones…

Al voltearme a comprobarlo, vi a Julia con cara de shock y con letras en neón sobre su frente que decían: “no me llegó el memo de que hoy era de puros hombres el restaurant,” por lo que me paré a saludarla e invitarla sentarse en la mesa, lo que nos agradeció con una sonrisa de gratitud tal, que llevó a Cantú al éxtasis y lo conquistó para siempre.

La experiencia, intuición, elocuencia y carisma de Julia estaban muy por encima de su belleza física, así que con la pura presentación supo lo que ahí sucedía y le pareció divertido estropear los planes de mis verdugos, hablándoles un poquito de mí. En lo que ella los inhabilitaba, yo me paré y me encaminé hacia la barra para servirme el desayuno.

Por si el ángel recién enviado por Dios no bastara, Narciso echó un atisbo en mi dirección y, habiéndome confundido con alguien, se levantó a saludarme.

Se dio cuenta demasiado tarde, así que me saludó efusivamente y yo de la misma manera. Como resultado, los otros nueve comensales de su mesa se fueron parando uno a uno a saludarme, mientras Cantú observaba atónito e incrédulo lo que sucedía y yo le dirigía una mirada de “ahí nomás para que le cuentes a tus amigos.” Julia me alcanzó en la barra y cuando volvimos a la mesa, platicó casi exclusivamente conmigo.

Y así fue como terminé siendo un gran amigo de ella, hasta la fecha, y compartiendo la oficina de ventas con el equipo selecto por Cantú, que incluía al buen Bucheli.

En estas nostalgias andaba mi mente, cuando salí catapultado desde los tiempos de la anterior pandemia y aterrice en ésta, porque mis tres soles me informaron con sus elocuentes miradas –y simultáneamente, que ya era hora de irnos a dormir.

Saldamos la cuenta, que me pareció muy razonable, si no es que hasta barata, en relación al valor de la experiencia vivida –no la mía fantástica, por supuesto, sino la de toda la concurrencia, y nos encaminamos los cuatro hacia la salida.

Un eufórico Chuy nos interceptó, nos acompañó a la salida y se deshizo en halagos en general y hacia Marce, en particular. Ya la quería de nuera y estaba promoviendo las virtudes de su hijo “bien chacalón” de 23 años, pensando que ella tenía la misma edad. Lo cierto es que la Marce sí lucía muy joven y muy guapa. Todos estábamos tan divertidos con la emotiva conferencia impartida por el Chuy, que permanecimos en la banqueta hasta que él terminó.

Con cada crisis existencial, parece llegar un ángel. Ana llegó para sacarme de la peor de ellas, cuando el mundo se desmoronaba ante mí, y para acompañarme el resto de mi vida. Otros han llegado a consolarme en momentos de luto o a salvarme de circunstancias adversas. Ésta última, llegó para ayudarnos con el exceso de actividad, aportar de su experiencia, de sus habilidades en medios digitales y para hacernos apreciar todo lo bueno que ya tenemos –tanto en el negocio como en la familia. También llegó para acompañarnos en un año 2020 que desde que empezó, está tratando de liquidarnos.

Dios quiera que Marce también esté saliendo beneficiada de nuestro encuentro, que claramente Él orquestó, y de todas las vivencias que hemos compartido como resultado.

Quizá las estrellas que hoy me iluminaron, deban saber cómo son percibidas. Por otro lado, basado en la experiencia, es probable que ni me quieran leer, ni tenga tiempo para escribirles, a menos que a todos nos encierre una pandemia…

Termino con el fragmento de un escrito de Gabriel García Márquez, con quien no pienso competir en elocuencia:

“…Una mujer es su actitud, su forma de ser, la forma en que te trata y te mira, su risa y sus silencios.

Una mujer es su inteligencia, su rebeldía, su entrega, su generosidad, su capacidad de hacer varias cosas simultáneamente, sus manías.

Lo mejor de una mujer no es su envoltorio, es lo que hay dentro:

Su humor, sus ocurrencias, su valentía, su forma de pensar…

Un hombre de verdad, un hombre inteligente, se enamora de lo que otros ni se imaginan

Ese hombre puede ver, lo que otros ni imaginan que exista y eso, amigos tiene un premio…

Y se llama FELICIDAD…”

Parece que al menos esta noche, soy inteligente y estoy siendo premiado con la felicidad.

Después de acompañar a Susy y Marce hasta su coche, ellas nos dan un aventón de vuelta al nuestro. Las sonrisas y algarabía de las tres y el excelente estado de ánimo de Ana, apuntan y apremian a calificar la noche con 5 estrellas, lo cual me obliga a ser una de ellas para completarlas y para suponer, muy ventajosamente, que “no hay quinto malo.”

Ahora el problema será dormir con todo esto revoloteando entre mis orejas.

Fin.

Imagen: Marce comiendo en 2012

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